El pasado 21 de noviembre,
algunas profesionales del centro fuimos a la charla, que en su día os
comentamos, sobre Sexualidad y Discapacidad. Debido a la falta de asistencia de
muchos de vosotros por distintas causas, y dada la importancia del tema
tratado, aprovechamos el blog para haceros un resumen:
1.
Mitos
en Educación Sexual
a.
La
sexualidad son las relaciones sexuales, si no hay relaciones sexuales, no hay
sexualidad. FALSO
b.
Las
personas con discapacidad intelectual son como niños, como niñas, como ángeles
sin sexualidad. FALSO
c.
Las
personas con discapacidad es mejor que tengan “dormida” su sexualidad. Si se
despierta se desboca. FALSO
Todos estos
mitos dificultan la educación sexual. Igual que ocurre con el aprendizaje de
habilidades adaptativas y la necesaria autonomía, la sobreprotección o el mirar
hacia otro lado no favorece a nuestros chicos y chicas. Se trata de ser proactivo,
anticiparse a las dificultades y ser corresponsable para que todos, padres y
profesionales, rememos en la misma dirección y como bien señaló el ponente, al
mismo ritmo.
2.
Educación
afectivo sexual
“Aprender a relacionarse, aprender habilidades para la
vida es también parte de la Educación Sexual… buena parte de los problemas y
también del rechazo que provocan algunos chicos o chicas con discapacidad,
tienen que ver con conductas en las que aparecen besos o tocamientos
inoportunos, situaciones en las que invaden el espacio personal de desconocidos
o en las que confunden amigos, novios o desconocidos.” Es por ello que las
personas con discapacidad, aún más si cabe que el resto, precisan relacionarse
con iguales y aprender en la convivencia habilidades sociales como la empatía
(ponerse en el lugar del otro) o la asertividad (aprender a decir “no”), los
distintos tipos de relaciones (familia, amigos, conocidos…) y a comportarse
según la situación. “Se trata de ampliar el posible mundo de relaciones que
tenga la persona con discapacidad intelectual. En la medida de lo posible, que
tenga más mundo que su familia y el centro escolar u ocupacional”.
Los objetivos de esta educación sexual serán:
a.
Conocerse: hablamos de anatomía y fisiología.
De intimidad y consideración al propio cuerpo, del pudor, de la autonomía y la
autodeterminación. Hablamos de la necesidad de intimidad, algo de lo que
carecen las personas con discapacidad que siempre están supervisadas. Hace
falta proteger, pero también intimidad, así que hay que buscar un equilibrio
entre ambos (puerta entornada, momentos de aseo en soledad…según el grado de
discapacidad). No se trata sólo de respetar si pone cara de disgusto (en
ocasiones no la pondrá) sino de anticiparse a sus deseos y hacerle ver que “su
cuerpo les pertenece” y “su desnudo no es gratis y no se hace delante de
cualquiera o de cualquier manera”.
Es la proactividad de la que hablábamos, el
adelantarse a sus necesidades (sin sobreproteger), el dar información y
educación sexual aunque no lo pidan. Si lo sexual se trata con normalidad en
casa (pregunte o no) nuestros chicos y chicas acudirán a nosotros cuando
llegado el momento tengan dudas o curiosidad (a mostrar de múltiples maneras)
b.
Aceptarse. Se trata de quererse y para ello
hay que conocerse, desde lo sensorial (conocer el propio cuerpo) a la
orientación del deseo (orientación sexual). Es importante que el chico o la
chica aprendan que su cuerpo tiene la misma consideración que el cuerpo de sus
padres (por ejemplo el padre que se cambia el bañador en la playa oculto tras
varias toallas y el chico o la chica al que apenas cubren con una toalla).
Y a quererse, igual que la mayor parte de aprendizajes
no curriculares en la vida, se aprende con el modelado: viendo cómo otros se
quieren y viendo cómo otros me quieren. La sexualidad debe ser explicada con
naturalidad (aunque esta suponga hablar de sexualidad rojo como un tomate). Es
igual de importante lo que se cuenta de educación sexual que el cómo se cuenta:
el lenguaje, el tono de voz, las miradas… se trata de ser un apoyo y de que
nuestros chicos y chicas sepan que pueden contar con nosotros.
c.
Satisfacción. Interesante
aquí es mencionar la masturbación. El chico o chica debe aprender a
interiorizar las normas sociales y a que determinadas cosas se hacen en la
intimidad. Lo razonable es que acuda al baño
o a su habitación y así se lo debemos hacer saber (con pictos o la forma
de comunicación que precise). No se trata de regañarle o hablarle de malas
maneras (ojo a la comunicación no verbal de miradas, gestos, entonación…)
porque lo sexual no es prohibido (que atrae más), sino íntimo, y no se trata de
que a nosotros como padres o madres nos parezca bien o mal porque va en contra
o a favor de nuestras creencias o valores. Nuestro hijo o hija no piensa en
esas creencias o valores, sólo en el placer físico que eso le supone, por ello
no se trata de cambiar nuestra forma de pensar, sino de aceptar que nuestro
hijo o hija lo haga y enseñarle a que lo haga en la intimidad y en unos
momentos concretos.
Por último se hablará con ellos de las relaciones de
pareja con naturalidad y planteando la no obligatoriedad de tener pareja para
ser feliz. Educar,
a veces, es frustrar y nuestros hijos e hijas deben asumir que no
siempre tendrán lo que quieren (tema que puede surgir especialmente en la
comparación con hermanos no discapacitados).
3. En
resumen
a.
Que cuenten
contigo: llegado el momento de hablar, preguntar o acudir a alguien
acudirán antes a quienes les han hablado con anterioridad de ello y no a quien
les regañó o evitó el tema.
b.
Consideración
al cuerpo. El cuerpo como propio, digno de respeto e intimidad, derecho a
conocerlo y a disfrutar las posibilidades que ofrece, desde lo sensorial (y la
apertura que los sentidos nos permiten al mundo) a las caricias...
c.
Íntimo
vs. Prohibido recordando la diferencia antes señalada. Es necesario desviar
la sexualidad hacia la intimidad de determinados espacios y momentos sin
marcarlo como prohibido o tabú.
d.
Menos
sobreprotección
i.
No pedirles opinión si luego no se les va a
hacer caso (por ejemplo, no dejarles escoger camisa nueva y si luego no nos
gusta comprarle otra). Empoderar es eso: si no te gusta no les des a elegir.
Son dignos y dignas de consideración, tienen derecho a tomar decisiones y a que
éstas sean tenidas en cuenta, del mismo modo que tienen derecho a que alguien
les ponga límites.
ii.
Límites para no imponer. Debemos explicar a
nuestros hijos e hijas lo que se puede y no se puede hacer y con quiénes. Hay
que explicar los distintos círculos: privado, familia, amigos, conocidos,
profesionales, extraños… Hay conductas admitidas en unos niveles y no en otros
(por ejemplo no se puede dar besos a todo el mundo y siempre que a uno le
apetece). Estas decisiones, estos límites han de ser comunicados a la familia
(por ejemplo previendo las reuniones navideñas). No se trata de “no pasa nada”
y de la buena voluntad de los demás, sino de que existen límites para todos y
el chico o la chica así debe asumirlo pues lo contrario no le hace ningún bien.
El amor no está reñido con los límites, al contrario, los límites son necesarios para el
crecimiento y el fin de todo amor
verdadero es el crecimiento del otro, su desarrollo.
Hasta aquí un resumen de la
ponencia. Como a lo mejor os resulta breve y seguro queréis profundizar en ello
os recomendamos que le pidáis a los
Reyes o a Papá Noel el libro del ponente: Carlos de la Cruz para ahondar en
ello y leerlo y reflexionarlo con calma.
Carlos de la Cruz (2018). Sexualidades que importan. Guía de Educación Sexual para familiares de
personas con discapacidad intelectual. Meridiano Editorial, Madrid.
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