martes, 11 de diciembre de 2018

SEXUALIDAD Y DISCAPACIDAD

El pasado 21 de noviembre, algunas profesionales del centro fuimos a la charla, que en su día os comentamos, sobre Sexualidad y Discapacidad. Debido a la falta de asistencia de muchos de vosotros por distintas causas, y dada la importancia del tema tratado, aprovechamos el blog para haceros un resumen:
1.         Mitos en Educación Sexual
a.       La sexualidad son las relaciones sexuales, si no hay relaciones sexuales, no hay sexualidad. FALSO
b.      Las personas con discapacidad intelectual son como niños, como niñas, como ángeles sin sexualidad. FALSO
c.       Las personas con discapacidad es mejor que tengan “dormida” su sexualidad. Si se despierta se desboca. FALSO
Todos estos mitos dificultan la educación sexual. Igual que ocurre con el aprendizaje de habilidades adaptativas y la necesaria autonomía, la sobreprotección o el mirar hacia otro lado no favorece a nuestros chicos y chicas. Se trata de ser proactivo, anticiparse a las dificultades y ser corresponsable para que todos, padres y profesionales, rememos en la misma dirección y como bien señaló el ponente, al mismo ritmo.

2.         Educación afectivo sexual

“Aprender a relacionarse, aprender habilidades para la vida es también parte de la Educación Sexual… buena parte de los problemas y también del rechazo que provocan algunos chicos o chicas con discapacidad, tienen que ver con conductas en las que aparecen besos o tocamientos inoportunos, situaciones en las que invaden el espacio personal de desconocidos o en las que confunden amigos, novios o desconocidos.” Es por ello que las personas con discapacidad, aún más si cabe que el resto, precisan relacionarse con iguales y aprender en la convivencia habilidades sociales como la empatía (ponerse en el lugar del otro) o la asertividad (aprender a decir “no”), los distintos tipos de relaciones (familia, amigos, conocidos…) y a comportarse según la situación. “Se trata de ampliar el posible mundo de relaciones que tenga la persona con discapacidad intelectual. En la medida de lo posible, que tenga más mundo que su familia y el centro escolar u ocupacional”. 
Los objetivos de esta educación sexual serán:

a.       Conocerse: hablamos de anatomía y fisiología. De intimidad y consideración al propio cuerpo, del pudor, de la autonomía y la autodeterminación. Hablamos de la necesidad de intimidad, algo de lo que carecen las personas con discapacidad que siempre están supervisadas. Hace falta proteger, pero también intimidad, así que hay que buscar un equilibrio entre ambos (puerta entornada, momentos de aseo en soledad…según el grado de discapacidad). No se trata sólo de respetar si pone cara de disgusto (en ocasiones no la pondrá) sino de anticiparse a sus deseos y hacerle ver que “su cuerpo les pertenece” y “su desnudo no es gratis y no se hace delante de cualquiera o de cualquier manera”.
Es la proactividad de la que hablábamos, el adelantarse a sus necesidades (sin sobreproteger), el dar información y educación sexual aunque no lo pidan. Si lo sexual se trata con normalidad en casa (pregunte o no) nuestros chicos y chicas acudirán a nosotros cuando llegado el momento tengan dudas o curiosidad (a mostrar de múltiples maneras)
b.      Aceptarse. Se trata de quererse y para ello hay que conocerse, desde lo sensorial (conocer el propio cuerpo) a la orientación del deseo (orientación sexual). Es importante que el chico o la chica aprendan que su cuerpo tiene la misma consideración que el cuerpo de sus padres (por ejemplo el padre que se cambia el bañador en la playa oculto tras varias toallas y el chico o la chica al que apenas cubren con una toalla).
Y a quererse, igual que la mayor parte de aprendizajes no curriculares en la vida, se aprende con el modelado: viendo cómo otros se quieren y viendo cómo otros me quieren. La sexualidad debe ser explicada con naturalidad (aunque esta suponga hablar de sexualidad rojo como un tomate). Es igual de importante lo que se cuenta de educación sexual que el cómo se cuenta: el lenguaje, el tono de voz, las miradas… se trata de ser un apoyo y de que nuestros chicos y chicas sepan que pueden contar con nosotros.
c.       Satisfacción. Interesante aquí es mencionar la masturbación. El chico o chica debe aprender a interiorizar las normas sociales y a que determinadas cosas se hacen en la intimidad. Lo razonable es que acuda al baño  o a su habitación y así se lo debemos hacer saber (con pictos o la forma de comunicación que precise). No se trata de regañarle o hablarle de malas maneras (ojo a la comunicación no verbal de miradas, gestos, entonación…) porque lo sexual no es prohibido (que atrae más), sino íntimo, y no se trata de que a nosotros como padres o madres nos parezca bien o mal porque va en contra o a favor de nuestras creencias o valores. Nuestro hijo o hija no piensa en esas creencias o valores, sólo en el placer físico que eso le supone, por ello no se trata de cambiar nuestra forma de pensar, sino de aceptar que nuestro hijo o hija lo haga y enseñarle a que lo haga en la intimidad y en unos momentos concretos.
Por último se hablará con ellos de las relaciones de pareja con naturalidad y planteando la no obligatoriedad de tener pareja para ser feliz. Educar, a veces, es frustrar y nuestros hijos e hijas deben asumir que no siempre tendrán lo que quieren (tema que puede surgir especialmente en la comparación con hermanos no discapacitados).

     3.   En resumen
a.       Que cuenten contigo: llegado el momento de hablar, preguntar o acudir a alguien acudirán antes a quienes les han hablado con anterioridad de ello y no a quien les regañó o evitó el tema.
b.      Consideración al cuerpo. El cuerpo como propio, digno de respeto e intimidad, derecho a conocerlo y a disfrutar las posibilidades que ofrece, desde lo sensorial (y la apertura que los sentidos nos permiten al mundo) a las caricias...
c.       Íntimo vs. Prohibido recordando la diferencia antes señalada. Es necesario desviar la sexualidad hacia la intimidad de determinados espacios y momentos sin marcarlo como prohibido o tabú.
d.      Menos sobreprotección
                                                              i.      No pedirles opinión si luego no se les va a hacer caso (por ejemplo, no dejarles escoger camisa nueva y si luego no nos gusta comprarle otra). Empoderar es eso: si no te gusta no les des a elegir. Son dignos y dignas de consideración, tienen derecho a tomar decisiones y a que éstas sean tenidas en cuenta, del mismo modo que tienen derecho a que alguien les ponga límites.
                                                            ii.      Límites para no imponer. Debemos explicar a nuestros hijos e hijas lo que se puede y no se puede hacer y con quiénes. Hay que explicar los distintos círculos: privado, familia, amigos, conocidos, profesionales, extraños… Hay conductas admitidas en unos niveles y no en otros (por ejemplo no se puede dar besos a todo el mundo y siempre que a uno le apetece). Estas decisiones, estos límites han de ser comunicados a la familia (por ejemplo previendo las reuniones navideñas). No se trata de “no pasa nada” y de la buena voluntad de los demás, sino de que existen límites para todos y el chico o la chica así debe asumirlo pues lo contrario no le hace ningún bien. El amor no está reñido con los límites, al contrario, los límites son necesarios para el crecimiento y el fin de todo amor verdadero es el crecimiento del otro, su desarrollo.
Hasta aquí un resumen de la ponencia. Como a lo mejor os resulta breve y seguro queréis profundizar en ello os recomendamos que le pidáis a los Reyes o a Papá Noel el libro del ponente: Carlos de la Cruz para ahondar en ello y leerlo y reflexionarlo con calma.

Carlos de la Cruz (2018). Sexualidades que importan. Guía de Educación Sexual para familiares de personas con discapacidad intelectual. Meridiano Editorial, Madrid.

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